Turismo en los Valles Calchaquíes en Tucumán: lo mejor para hacer
30/09/21

Turismo en los Valles Calchaquíes en Tucumán: lo mejor para hacer

Desde Tafí del Valle, con sus estancias y cabalgata, hasta Amaicha del Valle, para adentrarse en el desierto y conocer sus bodegas

Guido Piotrkowski Redacción
Guido Piotrkowski

Tafi del Valle es el portal de ingreso a los Valles Calchaquíes en Tucumán. La zona, tiene de todo para hacer, desde cabalgatas y trekking, hasta estancias centenarias en medio del paisaje sin igual de los cerros tucumanos.

“El pueblo de la entrada espléndida”. Así es como los Diaguitas, una de las etnias que poblaban la región durante la época precolombina, bautizaron a Tafí del Valle. Para llegar hasta este paraje en medio de los Valles Calchaquíes tucumanos hay que transitar un sinuoso camino de cornisa.

La renovada ruta provincial 307 trepa desde el llano de San Miguel de Tucumán y atraviesa las yungas o selva de altura, un camino de vegetación densa entre curvas y contracurvas. En el trayecto, de unos cien kilómetros, puede haber mucha neblina, así que para quienes no conocen esta senda, es recomendable andar con precaución, y de paso atención para no saltearse los puntos panorámicos. La parada obligada es en el sitio donde está ubicado El Chasqui o Monumento al Indio, un escultura de seis metros emplazada en un punto panorámico desde donde se pueden hacer buenas fotos de esta ruta que serpentea entre la selva. La renovación del camino favoreció el crecimiento de este rincón ubicado a dos mil metros de altura, que marca el final de las yungas y determina el inicio de la vegetación menos densa de los valles.

En la entrada del pueblo está el dique Angostura, un espejo de agua que es aprovechado por los fanáticos de los deportes acuáticos, que se acercan hasta acá a practicar yachting o kitesurf y pesca deportiva, ya que abundan los pejerreyes.

El Puesto Cabalgatas organiza travesías por el pueblo de Tafí, los alrededores y más allá. Hay paseos de medio día, jornada completa y de dos a cinco días, con refrigerios, almuerzos y hasta asados. Para los jinetes más experimentados, la travesía que realmente vale la pena es la que va hacia la Cuesta del Frutillar, un sendero que trepa unos cuatrocientos metros hasta un sitio conocido como la Mesada. La cabalgata dura unas dos horas a paso lento por el faldeo de la montaña y entre cornisas empinadas. Una vez en la cima, la vista panorámica no defrauda, las mejores panorámicas de Tafí se aprecian desde aquí.

Si hablamos de senderismo, las alternativas por acá son varias, desde senderos autoguiados hasta trekkings para expertos, caminatas de tres horas y hasta de tres días. Para conocer Tafí caminando, hay tres niveles básicos de exigencia física: están las opciones sencillas, las moderadas y las de alta exigencia. Las propuestas locales combinan ascensos a los cerros y cumbres con cascadas, sitios arqueológicos y poblados de altura, con sendas demarcadas para que cada caminante puede hacerlo por cuenta propia. Aunque en general, y sobre todo para quienes nunca han pisado el territorio, se recomienda hacerlo con guías autorizados.

De las sencillas, se recomienda el sendero a la cascada Los Alisos, en el cerro Muñoz, que lleva una hora y media de duración y se puede hacer en familia. También El “Trekking del Pelado”, que llega a la cima del cerro El Pelao, y es uno de los más conocidos. No es muy alto, tiene vistas hermosas y vestigios arqueológicos como las viviendas Margaritas o el Pucará. Otra de las propuestas es el ascenso a La Cascada de Los Alisos, una caída de agua de unos sesenta metros, después de la que se llega a la comunidad de El Rincón. En este paraje se aprecian condoreras, y con un poco de suerte, se avistan cóndores en este mismo sendero que conduce finalmente a la Quebrada del Portugués. Si se toma la otra dirección, el trekking lleva a La Mesada y el valle de La Ciénaga, donde hay una antigua escuelita que hoy funciona como refugio de montaña.

Para un nivel moderado, el sendero La Ciénaga, atraviesa un valle de altura y se demora unas cinco horas de ida y unas tres horas de regreso, con vistas únicas del valle. Ya para la alta montaña, y en consecuencia los montañistas más experimentados se recomienda el ascenso al cerro Ñuñorco, que se eleva a 3.320 metros de altura, o al cerro Pabellón, que acaricia los 3.700 metros sobre el nivel del mar.

Turismo en los Valles Calchaquíes en Tucumán: lo mejor para hacer

Estancias Jesuíticas en los Valles Calchaquíes

La Estancia Las Carreras está considerada una de las mejores del norte argentino. Fue construida por misioneros de la orden Jesuita, que anduvieron por estos valles en el siglo XVIII y vivieron acá hasta 1779, cuando fue comprada por la familia Frías Silva, cuyos descendientes siguen siendo sus propietarios hasta el día de hoy. Está ubicada a unos doce kilómetros del centro tafinisto, en un valle que lleva su mismo nombre: Las Carreras, y en donde el turismo no está tan desarrollado como en el Valle de Tafí.

En la sala contigua a la cafetería hay un pequeño museo en el que, a través de los objetos familiares que atesoran y fotos de sus integrantes, se puede conocer la historia de esta dinastía tucumana, que transformó el antiguo casco de estancia en un alojamiento boutique de primer nivel. Tiene una docena de habitaciones dispuestas alrededor de un distinguido patio colonial, está ubicada en medio de un entorno natural fabuloso, y ofrece diversas actividades para los visitantes y huéspedes, como treking y cabalgatas. También es reconocida por la elaboración de un queso manchego de alta calidad, cuyo proceso de elaboración se puede entender en una visita guiada con posterior degustación.

En el centro del pueblo, la Estancia los Cuartos se desataca por su arco de entrada, que precede a un amplio jardín donde descansa un grupo de llamas, y su fachada típicamente colonial, que se despega del resto de las construcciones más contemporáneas de esta parte del pueblo. Los Cuartos es otro de los establecimientos centenarios, que fue construido con esas paredes gruesas de adobe que aún mantiene. Es un material que fue muy utilizado por estos pagos, y funciona como aislante. El alojamiento tiene siete habitaciones y una casa de té

Los visitantes pueden hospedarse en las cinco habitaciones originales con que cuenta el casco, donde también funcionó una quesería. Los muebles, las prendas de hace dos siglos, los cuadros originales y hasta piezas de platería de colección con anécdotas de amor son parte de esta propuesta imperdible que conduce hacia el 1910, el primer aniversario de la Revolución de Mayo. Más allá del hotel, la novedad es el nuevo Museo Experiencia Los Cuartos, que abrieron en diciembre del año pasado. Se trata de un recorrido en el tiempo con tecnología de avanzada. Se diseñó una visita de unos 35 minutos donde intervinieron guionistas, músicos, escenógrafos, cineastas y actores tucumanos, en el que a través de la novedosa técnica de realidad aumentada y un recorrido autoguiado con auriculares – aunque acompaña un guía -, se narra la historia de la familia Chenaut, a la que se entrelaza con sucesos de la historia local y hasta del alcance nacional.

Turismo en los Valles Calchaquíes en Tucumán: lo mejor para hacer

Amaicha del Valle

Cultos a la Madre Tierra, astronomía y uno de los mejores climas del mundo confluyen en este antiquísimo pueblo originario. Enclavado en el corazón de los Valles Calchaquíes tucumanos, Amaicha del Valle es una comunidad autónoma, ubicada a unos 165 km de la capital tucumana, que jamás interrumpió su gobierno indígena. El gobierno comunal es presidido por una asamblea general, un consejo de ancianos y un cacique. Los amaicheños preservan con orgullo sus viejas tradiciones, haciendo de la fiesta local de la Pachamama una de las más representativas del noroeste. Amaicha está rodeado de paisajes desérticos y fantásticos como el desierto de Tiu Punco y el cañadón El Remate, donde abundan cardones centenarios.

Ubicado a 20 kilómetros de la plaza del pueblo, Tiu Punco es el edén oculto de Amaicha, un páramo de tintes áridos, un arenal de lomas, cerros, cuevas y leyendas como las de la Salamanca, la guarida de las brujas. Tiu Punco es la excursión obligada, el paseo imperdible de paso por este valle indómito. También hay, en este páramo calchaquí, algarrobos centenarios, chañares y plantas aromáticas y medicinales como la jarilla. Y, aunque cueste creerlo, viven por aquí unos pocos pobladores, hombres mayores ya, que habitan desde siempre en sus hogares de adobe, que viven tal cual sus antepasados, con la diferencia de que en los últimos años fueron beneficiados con paneles de energía solar.

A diez kilómetros de Amaicha, al final de un camino de ripio sobre el paraje Los Sazos, la postal de un paisaje inequívocamente noroesteño –cerros de colores, cardones, un cielo diáfano– revela un paraíso de belleza salvaje y vuelve a sorprender al viajero. El Remate es el nombre de este cañadón donde brotan cardones robustos y centenarios, donde surgen manantiales que se vuelven cascadas y un río que con su discurrir balsámico quiebra el silencio estremecedor del valle. Por acá también perdura un conjunto de ruinas arqueológicas, que se ha convertido –igual que Tiu Punco– en parte de este emprendimiento turístico comunitario surgido en el año 2008, luego de que este paraje fuera escenario de la película Aballay.

La ruta del vino en los Valles Calchaquíes

Catorce son las bodegas que durante unos 100 kilómetros en el Valle Calchaquí Tucumano brindan un maridaje especial entre la historia ancestral, la cultura de la Pachamama, un escenario natural incomparable y la vanguardia en la elaboración de vinos. El recorrido que integra la Ruta del Vino trepa desde los 1750 msnm hasta los 3000, desde Tafí del Valle hasta el Corredor de la Ruta 40 en los Valles Calchaquíes.

Hay una variedad de emprendimientos vitivinícolas en esta propuesta, desde vinos artesanales a boutique e industriales, que muestran también la historia de los pueblos originarios, lo ancestral, lo español y jesuita. Es que por acá existen viñedos desde fines del siglo XVI y, desde el XIX, se elabora la bebida nacional.

Desde Los Amaichas, la primera bodega indígena de Sudamérica, hasta Finca Albarrosa, un emprendimiento de capitales italianos, pasando por Las Arcas de Tolombón, Chico Zossi, o Río de Arena, se puede conocer la rica historia vitivinícola visitando las fincas en auto o hasta en bicicleta en las diferentes épocas del año, desde la vendimia, la poda en invierno y el raleo. Pero también conocer a sus hacedores, los propios dueños de cada finca y los expertos que acompañan para contar los datos, los encantos y la pasión por el vino.

Más información sobre qué cosas hacer en los Valles Calchaquíes en Tucumán en la web oficial del gobierno.

Fotografía
Guido Piotrkowski