Los siete carnavales imperdibles en Latinoamérica
De Brasil a Bolivia, de Uruguay a Colombia, los carnavales más atractivos para 2020: Río de Janeiro, Montevideo, Oruro, Salvador, Olinda, Barranquilla y Panamá
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Febrero es sinónimo de carnavales. Aunque en este 2020, una de las primeras celebraciones del año, y a la vez, la más esperada, se hace rogar un poco más de lo habitual: los insondables caprichos del calendario lunar estiran la espera hasta los primeros días de marzo. La fecha «oficial» es del 2 al 5 de marzo, del sábado de carnaval hasta el miércoles de cenizas, pero también unos días antes y otros también después.
Es que las celebraciones no pueden esperar, y en muchos rincones, el carnaval comienza con los ensayos de las agrupaciones, desfiles y eventos previos.
Porque el carnaval va más allá de la mera fiesta: es una celebración que atesora un valor cultural y patrimonial que expresa la diversidad del continente, con manifestaciones artísticas que encuentran aquí un lugar de expresión y de reconocimiento.
Las llamadas, murgas y el candombe retumban en Montevideo, Uruguay. Río de Janeiro, Olinda y Salvador expresan en clave de samba, maracatú y afoxé la diversidad cultural de Brasil. La temperatura se eleva al son de la tambora en danzas como la cumbia, el mapalé y el garabato en Barranquilla, Colombia.
Mientras que las trompetas de la murga, los enfrentamientos de las tunas, las carrozas acuáticas del carnaval de Penonomé y el agua de los culecos refrescan a los panameños. Transitando la región andina, un sinfín de bailes forman parte del despliegue folklórico de Oruro, con comparsas que danzan a 4300 metros de altura. Muy cerca, en Arica, más de 16 mil bailarines y músicos de Chile, Perú, Bolivia, Argentina y Brasil desfile por el centro de la ciudad. Al otro lado de la frontera, los diablitos se apoderan de los cerros de mil colores de la Quebrada de Humahuaca, en el norte argentino.
Oruro, devoción y sincretismo en el altiplano
La ciudad, reconocida por esta vistosa fiesta, es la Capital del Folklore de Bolivia y “Obra Maestra del Patrimonio Intangible de la Humanidad” por la Unesco. Unas cincuenta agrupaciones de caporales, morenadas, diabladas y tinkus desfilan sábado y domingo de carnaval a lo largo de la avenida 6 de Agosto.
Ataviados en magníficos trajes y máscaras, marchan hacia el santuario de la Virgen del Socavón, o la “Mamita”, a quien le dedican los bailes y sus promesas, bajo el sonido ensordecedor de las bandas que ejecutan estridentes sus bombos, platillos, trompetas, clarinetes y trombones.
Los devotos carnavaleros ingresan de rodillas al santuario, donde el cura los bendice. El desfile se prolongará más allá de la medianoche hasta la hora de “El Alba”. A las cinco de la mañana, las mejores bandas se juntan en las graderías de las Avenida Cívica a tocar frente a frente para saludar a la Virgen y recibir el Domingo de Carnaval, hasta que el desfile vuelva a comenzar.
Montevideo, 40 días de fiesta
Las murgas y el candombe son los pilares principales de la fiesta uruguaya, proclamado con el mas carnaval más largo del mundo. En el desfile de Llamadas, que se organiza todos los años tiempo antes del carnaval oficial (este 2020 será el 7 y 8 de febrero) por las calles del barrio de Palermo desfilan unas cuarenta comparsas al ritmo ensordecedor del chico, el repique y el piano, los tres tamboriles del candombe con los que los esclavos africanos se «llamaban» para encontrarse. Al frente, detrás del estandarte, desfilan los diversos personajes típicos como el gramillero, la mamá vieja, y las vedettes, que bailan enérgicamente al calor del aplauso y las hurras del público.
La murga reúne el humor, la crítica y la parodia política en discursos cantados a coro. Se presenta en los tablados (escenarios) montados en diferentes puntos de la ciudad, los clubes barriales y en el Teatro de Verano para la competencia oficial, junto a otras agrupaciones como la revista, los parodistas, humoristas, escuelas de samba y comparsas.
Río de Janeiro, la ciudad alucinada y la pasarela del samba
Fantasías les dicen a los disfraces en Brasil. Y Río es, durante carnaval, eso mismo: una fantasía descomunal, un baile de disfraces gigantesco, una ciudad alucinada y desatada por donde circulan arlequines, mujeres maravillas, hombres arañas y todo tipo de disfraces extravagantes que desafían los cuarenta grados y la humedad que chorrea sobre rostros y torsos llenos de purpurina.
La fiesta carioca es un loop desaforado. Un trance que va sin pausa hasta el miércoles de cenizas. Millones de personas bailan y cantan bajo el tronar de bombos y tamboriles. Son unos cuatrocientos blocos de rua (comparsas callejeras), así que hay que armar una buena hoja de ruta para no perderse entre la marea humana.
Por otro lado, en el Sambódromo se da un espectáculo majestuoso, donde desfilan las mejores escuelas de samba, que trabajan durante todo el año preparando el desfile y los temas musicales con el que intentarán consagrarse campeones luego de desfilar por la «Pasarela del Samba» ante unas ochenta mil personas.
Los visitantes no solo pueden ser espectadores, sino que también se puede participar del desfile de la escuela favorita alquilando un disfraz. Los precios de las entradas son muy variados y en muchos casos por paquetes.
Salvador, Brasil, el poder del pueblo
Los tríos eléctricos – grandes camiones transformados en escenarios móviles- sacuden la ciudad y arrastran multitudes por las calles de la capital bahiana. Locales y visitantes vibran al ritmo del axé y el pagode a lo largo de tres circuitos callejeros donde la gran fiesta explota: Campo Grande, Barra/Ondina y Pelourinho. Por acá suelen desfilar hasta altas horas megaestrellas como Daniela Mercury, Ivette Sangalo o Carlinhos Brown, que arengan a las masas, que corren bailan, saltan y canta detrás.
Por otra parte, blocos como Ilé Ayé, Olodum y Filhos de Ghandhy encienden otra llama en el carnaval de Salvador. Se destacan por su espiritualidad basada en el candomblé, la religión afrobrasileña. No solo utilizan la fiesta para divertirse; sus cantos son como plegarias y reivindican los derechos de los afrobrasileños.
La fiesta callejera mas grande del mundo, a la que acuden un millón de personas por año, es gratuita y en las calles. Pero también se puede comprar un acceso para verlo desde los palcos o «camarotes» dispuestos a lo largo de los circuitos, o una abadá o camisa para ir dentro de la «cuerda» de los trios eléctricos, una especie de corralito que separa a quienes pagan del resto del público. Los precios varían mucho de acuerdo a las comodidades del palco y la convocatoria del trío.
Olinda, Brasil, gallos de madrugada y muñecos gigantes
Un mar de gente invade las viejas calles de las vecinas ciudades de Olinda y Recife al compás del frevo y los redobles del maracatú, una mezcla autóctona de ritmos heredados de África y Europa, característicos del carnaval de Pernambuco, al nordeste de Brasil. Centenares de agrupaciones de raíz africana desfilan por la pintoresca ciudad de Olinda, y atraen cerca de un millón de personas al son de sus pegadizas melodías, ejecutadas por bandas de vientos y tambores, mientras que los blocos se entrecruzan en las laderas del centro antiguo.
El desfile de los muñecos gigantes es un clásico, donde una centena de criaturas desfilan satirizando a reconocidos personajes de ámbitos diversos, que pueden llegar a los tres metros de alto. Mientras que Recife, cada sábado de carnaval, llega el turno del bloco más grande del mundo según el libro Guiness de los récords: el Galo da Madrugada, que convoca alrededor de dos millones de personas. Para el domingo, queda la Noche de los Tambores Silenciosos en el centro histórico, que aporta el toque místico.
Se trata de un desfile de agrupaciones de raíz afro que rinden homenaje a las almas, una vieja ceremonia de origen africano. El carnaval se complemento con espectáculos musicales al aire libre. Todo es libre y gratuito.
Barranquilla, Colombia, al rescate de las danzas tradicionales
De sábado a martes de carnaval, la fiesta explota en esta ciudad de almas caribeñas. En el carnaval de Barranquilla, declarado en 2003 como “Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad” por la Unesco, participan anualmente más de un millón de personas. Aquí se fusionan las culturas europea, africana e indígena combinando las festividades católicas traídas por los conquistadores con ceremonias aborígenes y la herencia musical de los esclavos africanos.
Entre las danzas tradicionales se destacan la cumbia, el congo, el garabato, las farotas, el paloteo y el mapalé, que ya no existen en su lugar de origen y encontraron en el carnaval su manera de preservarse. El sábado comienza con la Batalla de Flores, un desfile de carrozas, comparsas, grupos de baile y disfraces presidido por la reina.
El domingo es el turno de la Gran Parada de la Tradición, y el lunes, la Gran Parada de Comparsas. Todo concluye el martes con el entierro de Joselito de Carnaval, un personaje que es la alegoría de la fiesta, quien luego de cuatro días de intensa “rumba”, muere. Su cuerpo es llorado y sepultado simbólicamente por las viudas alegres que compartieron con él sus días festivos.
Panamá, desfile de polleras y carnaval acuático
Desde la capital hacia el interior se viven cuatro días de fiesta. Los festejos más tradicionales se hacen en el interior, sobre todo en Las Tablas, donde el carnaval se celebra con dos «Tunas» o agrupaciones que compiten y se hacen bromas: Calle Abajo versus Calle Arriba. También aquí se realiza el desfile de polleras, el vestido típico.
En otra localidad del interior llamada Penonomé, una pequeña ciudad a 150 kilómetros de la capital, en el balneario Las Mendozas, sobre el río Zaratí, se organiza desde 1970 el Carnaval Acuático, un desfile en el que no hay carrozas sino balsas alegóricas. Mientras tanto, en la ciudad, bandas de salsa, grupos de reggae y reggaetón, entre otros cientos de artistas, animan la fiesta desde temprano en la mañana temprano hasta altas horas de la noche.
Todo comienza con los culecos, una tradición en la que el gentío se aglutina a bailar bajo el agua que arrojan con mangueras desde camiones cisternas. Luego viene una pausa y la calma, hasta las seis de la tarde, cuando todo comienza nuevamente con el desfile de carrozas.
Fotógrafo y periodista. Cronista de viajes. Autor de "Carnavaleando", primer fotolibro de carnavales latinoamericanos
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