¿Qué hacer en San Martín de los Andes? Opciones de aventura
Montaña en bicicleta eléctrica, playa y la caminata en Quila Quina, kayak y trekking son algunas de las atracciones para disfrutar sólo o en familia
Una producción original de Conocedores
La Patagonia es un destino ideal para los que buscan disfrutar del aire libre. Un vergel repleto de lagos prístinos, playas solitarias, montañas con frondosos bosques nativos. En esta región icónica del sur argentino se destaca esta localidad de montaña que creció notablemente en los últimos tiempos, sin perder su identidad ni su empatía con la vida al aire libre. ¿Qué hacer en San Martín de los Andes? En Conocedores.com® repasamos opciones de aventura para hacer en familia.
Enclavado al pie de la coridillera neuquina, a orillas de las cristalinas aguas de lago Lácar, muy cerca del imponente volcán Lanin y dentro de la jurisdicción del Parque Nacional Lanín, San martín ofrece una amplio abanico de acitividades de aventura para compartir en familia, playas lacustres, alta gastronomía y hotelería.
A la montaña en bicicleta eléctrica
Para aquellos que les guste pedalear, pero no tanto, hay una nueva alternativa: las bicicletas de montaña eléctricas. Flavio Bonilauri, de Adventure Store propone varios recorridos alrededor del pueblo y más allá. Se trata de bicicletas asistidas por un motor electrico y batería, con diferentes niveles de asistencia. De esta manera, facilita las subidas y los recorridos en la región por los desniveles, haciendo posible que cualquier persona sin estado físico admirable pueda encarar estas montañas. Es decir, en la primera pedaleada, el ciclista cuenta con un envión extra generado por el motorcito, y así la subida fluye de otra manera.
Una pedaleada clásica, que lleva mediodía en las inmediaciones de San Martín, es la que sube al mirador Bandurrias, por el “Camino de la pantalla” como se conoce a este sendero donde antiguamente funcionaba una gigantesca pantalla reproductora de ondas de comunicaciones que todavía está en pie aunque obviamente en desuso.
Son cinco kilómetros cuesta arriba, por un sendero inmerso en el monte nativo, repleto de cipreses, radales, robles y coihues, dentro de la comunidad mapuche Curruhinca, ubicada en el paraje Trompul, que significa “la piedra sagrada” o la “piedra que suena” en mapudungún, la lengua mapuche.
Una vez en la entrada de la comunidad, donde un grupo de mujeres vende artesanías y torta frita, hay un desvío que lleva al mirador su excelsa vista panorámica, el highlight de este ascenso, una postal increíble del lago Lacar.
La bajada se hace caminando, por un sendero por el que suben los caminantes. Se podría bajar andando, pero es un descenso muy técnico, solo apto para quienes tienen mucha experiencia en MTB. Mas allá de estas salida, desde Adventure Store ofrecen otras excursiones diarias desde dos a cuatro horas, y travesías de 6 a 11 dias con cruce a Chile.
La playa y la caminata en Quila Quina
Esta villa de montaña, cuyo nombre en mapuche significa Tres Puntas, es un clásico sanmartiniano. Quila Quina es el resultado de un loteo residencial que se dio la década del sesenta. Si bien es parte del territorio ancestral mapuche, en aquellos tiempos se vendió toda la parte baja, en su mayor parte a familias tradicionales y adineradas de Buenos Aires, como los Zubizarreta o los Perez Companc, que tienen hasta el día de hoy sus mansiones deshabitadas frente al lago. En la parte alta viven los integrantes de la comunidad Curruhinca y todavia hay un reclamo terrotorial fuerte, pero pacífico. Se dice que la entrega de esas tierras fue para “afianzar” el territorio argentino en estos lares donde el limite con Chile está muy cercano.
Para llegar hasta Quila Quina se puede tomar el catamarán que zarpa desde el muelle de San Martín, que hoy es meramente turístico, pero que antes de la llegada del turismo era un puerto maderero. También se puede ir en vehículo por la ruta que bordea el lago. En Quila Quina hay una proveeduría, un camping muy prolijo con todos los servicios, grandes parcelas y dormis; un retaurante en el muelle, uan pequeña feria artesanal, y no mucho más.
Por acá, además de retozar en la playa y bañarse en las deliciosas aguas del lago, se puede hacer una caminata o cabalagata con una parada en la Cascada Arroyo Grande, por un sendero en medio del bosque nativo repleto de maitenes, ciprés de la cordillera, y roble pellin que crecen en medio de vegetación introducida e invasiva como la retama, la rosa mosqueta o los pinos.
Es un circuito de tres kilómetros, que le da toda la vuelta a la villa y por el que se llega hasta otro mirador imponente con vista al pueblo hacian un lado, el cerro Colorado al frente, el inmenso lago y más allá. A mitad de camino está la entrada a la cascada, que es administrada por la comunidad Curruihinca. En los últimos años, con el advenimiento del turismo, muchos integrntes de la comunidad se fueron volcando a esta actividad, sobre todo en la temporada de verano, alternando con sus tareas forestales y agrícolas. El sendero es mantenido por ellos, que construyeron barandas y algunos bancos para descansar, y se cobra un ingreso muy económico para mantenerlo. Tiene unos 300 metros en un suave descenso muy fácil de transitar, en el que se ve y oye la cascada desde distintos puntos de vista.
Volemos en el bosque
El canopy es un circuito de tirolesas en medio del bosque, a esta altura un clásico del ecoturismo, una dosis de adrenalina que nació en Costa Rica y se extendió a todo el mundo. Gustavo Pfister, o Cuca para los amigos, lleva catorce años con este emprendimiento, que está instalado en Loma Redonda, un barrio alejado del centro de San Martín. Son diez plataformas de dos a diez metros de alto y de cincuenta metros a 250 de largo, montadas sobre robles pellines, árboles longevos, que tienen unos quinientos años.
Esta divertida manera de volar a través del bosque es muy simple y segura: hay que colgarse de un arnés, y ponerse un guante de cuero que se usa como freno a medida que no se acerca a la plataforma siguiente. Hay un guía en en la plataforma de salida, que chequea la seguridad antes de tomer vuelo y ayuda a colgarse del arnés, y otro en la plataforma de llegada que va diciendo cuando hay que comenzar a frenar y ayuda en la llegada El canopy es apto para personas desde los 8 a los 60, dependiendo el estado físico, y para quienes temen a las alturas, resulta un buen método para vencerlo. Los niños de 8 años ya pueden volar junto a sus padres, y según dice Cuca, han venido padres “fanáticos” con niños de tres años. “Lo único que hay que hacer es frenar bien para no golpearse con el árbol siguiente – dice Cuca – . El resto, es diversion y pasarla bien”.
Kayak en Lo Log
El paraje Villa Lo Log es una de los tantos rincones hermosos que hay los alrededores de San Martín de los Andes, un sitio que empieza a aflorar al turismo y hasta elegido por algunos residentes de San Martín que se van mudando lentamente acá. El lago Lo Log es un espejo de aguas brillantes, azul intenso, ideal para la práctica de kayak, sobre todo en días poco ventosos. Desde la playita se ve, casi omnipresente, el cerro Colorado, y buena parte de la Bahía guerrero, una ladera reforestada con pinos para extracción de madera.
Facundo Romera, del Team Outdoor San Martín de Los Andes es guía de kayak y corredor de carreras de aventura. Antes de salir a remar, muestra los materiales que se necesitan, haciendo hincapié en los de seguridad como una radio vhs, una cuerda de rescate, el botiquín, el chaleco salvavidas. Luego pasa a explicar la mejor manera de remar, con un remo que tiene el agarre de aluminio y la “cuchara” de plástico. Para los principiantes basta con una simple explicacion antes de salir. “Cuanto más se mete la cuchara en el agua mas tracción”, explica el guía. A veces, también, se usa el cubre cokpit, o pollerita, que recubre la boca del kayak, pero en días calidos y remadas cortas no es necesario.
Los kayaks de Romera tambien tiene un timón, que es un pedalcito de metal, ubicado a los pies. Según dice son un invento de la zona. “Aparecieron hace diez años, hoy es común. Se usan para correr, ya que para hacer de timón, tenías que dejar la pala clavada, dejabas la pala clavada y perdías velocidad. Así seguimos remando y con los pies manejas el timón”. Y así, mientras tanto, se puede disfriutar de la inconmensurable belleza y quietud de este lago tipicamente patagónico.
Trekking a la Laguna rosales
A siete kilómetros del centro de San martín, en el barrio Kaleuche, se inicia esta senda a la Laguna Rosales, un espejo de agua que se forma por el deshielo y lluvias, rodeado de un mallín donde deambulan caballos sueltos. Es un sendero que usan mucho los locales para entrenar, y se puede hacer caminando, corrriendo o en bicicleta.
Alrededor, hay maitenes florecidos, radales, ciprés de la cordillera, ñires, y también, si uno mira hacia abajo, unas plantas rastreras que son frutillas silvestres y michai, que es similar al calafate, con el que se hace un dulce exquisito.
Este es un trekking de baja dificultad, en el que se sube de los 900 a los 950 metros, aunque desde abajo, donde se ve un maitén solitario en la cima, aparente mucho más. Este sendero forma parte del crcuito Huella Andina, un conjunto de senderos interconectados a los largo de la Patagonia, desde Neuquén a Chubut, con mas de 500 kilómetros de sendas. “Este es el lugar ideal completo – apunta Hernán Lamanna, el guía -. Hay bosque, laguna, miradores. Se le da la vuelta completa a la Laguna, donde no se puede ni siquiera remar. Hay que conservarla tal cual está”.
Fotógrafo y periodista. Cronista de viajes. Autor de "Carnavaleando", primer fotolibro de carnavales latinoamericanos
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