Qué hacer y qué lugares visitar en Ciudad de México
09/02/21   |   Viajes

Qué hacer y qué lugares visitar en Ciudad de México

El centro histórico late con ritmo propio, es un universo donde caben edificios patrimoniales, iglesias, comercios restaurantes y tiendas de recuerdos

Guido Piotrkowski Redacción
Guido Piotrkowski

Subir al metro en la capital mexicana resulta una aventura en sí misma. Cuando se detiene, una horda de gente ingresa corriendo, literalmente, para conseguir un asiento. Por acá hay que andar a paso lento. Los 2250 metros de altura en los que se encuentra esta ciudad se hacen notar. El centro histórico late con ritmo propio, es un universo donde caben edificios patrimoniales, iglesias, comercios locales y extranjeros, restaurantes, kioscos, tiendas de recuerdos. ¿Qué hacer y qué lugares visitar en Ciudad de México?.

El Palacio y la torre

El Palacio de Bellas Artes es un hermoso edificio situado en el Parque de la Alameda, el pulmón urbano ubicado en pleno casco histórico. Declarado por la Unesco como Monumento Patrimonio de la Humanidad, este lugar que conjuga las artes plásticas con la danza, el teatro, y la ópera, comenzó a construirse en 1904 y fue terminado e inaugurado en noviembre de 1934. El palacio alberga diversos escenarios y espacios artísticos como el Museo Palacio de Bellas Artes y el Museo Nacional de Arquitectura.

En el museo se pueden apreciar murales de destacados artistas mexicanos del período de 1928 a 1963, entre ellos Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco. Pero además es la sede de la Orquesta Sinfónica Nacional, la Compañía Nacional de Ópera, la Compañía Nacional de Danza y del Ballet Folklórico de México.

Frente al museo está La Torre Latinoamericana, ideal para un pantallazo de la megalópolis. La torre es un edificio de 44 pisos y 182 metros que fue el más alto de la ciudad entre los años 1956 y 1972, momento en que lo superó el Hotel de México. En aquellos tiempos fue inaugurado como el edificio más grande del mundo con fachada de vidrio y aluminio, pero además fue el primer rascacielos en una zona de terremotos. Resistió a los fuertes sismos del ’57 –que alcanzó una magnitud de 7, 7 grados Richter– y al recordado terremoto del ’85, que trepó a los 7,5 y puso en jaque la realización del Mundial ’86. Los expertos aseguran que el edificio está preparado para soportar un terremoto de 8,7 grados.

Una vez arriba, la vista permite disfrutar de la espectacular panorámica de la capital mexicana. A un lado el Zócalo, la Catedral, el Palacio de Gobierno y una bandera gigante de México que flamea. Abajo, el gigantesco parque y el imponente museo que se ven reducidos a tamaño maqueta. Desde acá, se puede trazar una ruta posible en la urbe, y llevarse unas instantáneas de recuerdo.

El Zócalo y La Catedral

Para desayunar en esta zona la terraza de la tienda ubicada justo frente al Palacio de Bellas Artes tiene una excelente vista panorámica del edificio y el parque. Desde acá, se puede tomar la peatonal Madero, un mar de gente que desemboca en el Zócalo, por donde caminan ejecutivos en trajes costosos y vendedores ambulantes, donde deambulan los turistas eludiendo el asedio de aquellos que, menús y folletos en mano, prometen los mejores almuerzos de la ciudad. El detalle más llamativo son los organilleros, hay al menos uno por cuadra. Tocan unos organillos alemanes del 1800, que llegaron como entretenimiento en el siglo XIX y aún perduran en estas calles.

La plaza del Zócalo fue construida sobre lo que fuera el epicentro de la mítica Tenochtitlán, capital del imperio azteca. El Zócalo es mucho más que una enorme plaza rodeada por edificios históricos y emblemáticos como la Catedral o el Palacio Nacional; es el sitio donde se reúne el pueblo a festejar, donde se fusiona el pasado indígena y colonial con este presente globalizado; el Zócalo fue testigo de conciertos a cielo abierto y revueltas populares. El Zócalo, Patrimonio de la Humanidad, es el alma, el espíritu y el corazón de esta ciudad.

La Catedral, como gran parte de las iglesias erigidas por los españoles en Latinoamérica, fue construida sobre las ruinas de los templos indios, en este caso el Templo Mayor de los Aztecas. Ocupa una manzana entera, y en un amplio jardín ubicado en la parte trasera se pueden ver algunos vestigios del templo. Más de dos siglos, desde 1573 a 1813, se demoró en construirla: por eso su estilo, ecléctico, oscila entre la arquitectura renacentista, barroca y neoclásica.

Alrededor de la Catedral, hay grupos de hombres que ofrecen sus labores: “Plomero destapacaños”, “albañil”, “pintura de azulejos”. Es una tradición que perdura desde la mitad del siglo pasado. Los buscavidas permanecen todo el día en ese lugar, a la espera de algún changa que les salve la jornada.

El Museo Archivo de la Fotografía, una galería con enormes ventanales y vista a la Catedral y el Palacio Nacional está destinado a resguardar, conservar y divulgar el acervo fotográfico de esta capital donde se forjó el México contemporáneo, a través de imágenes que revelan el cambio y el desarrollo de la urbe durante un siglo. Hay muestras rotativas, y puede haber desde fotografía antigua a contemporána, de retratos y hasta concursos de imágenes latinoamericanas.

Saliendo de allí, hay una calle peatonal, muy prolija y pintoresca, con antiguas fachadas pintadas en color bermellón rabioso, y un enjambre de gente caminando.

Por acá pasan también unos curiosos tranvías rojos, que llevan inscripto el nombre de Frida Kahlo. Estos tranvías existían en el siglo pasado y el más famoso hacía el viaje de Coyoacán al centro histórico. En uno viajaba Frida, justamente, cuando se accidentó. El tranvía chocó y uno de los tubos le atravesó la pelvis. Por eso sufrió toda su vida y por eso el homenaje en el tranvía.

Sanborns es una gran opción para degustar comida típica. Está ubicado en La Casa de los Azulejos, o el Palacio Azul como lo llamaban antes, y se puede degustar comida típica. El edificio pertenece a Carlos Slim, el magnate mexicano que, entre otras cosas, es dueño de la mayor parte del casco histórico, al que mantiene a través de su fundación.

Se dice que los azulejos de esta casona fueron traídos de China especialmente, aunque hay otra versión que desliza la posibilidad de que fuera fabricados en Puebla, en una alfarería de frailes dominicos.

La propiedad es antiquísima y está en un excelente estado de conservación: fue restaurada por las huestes de Slim cuando la compró. Desde el siglo XVI pasó por varios dueños, pero aún hoy se puede admirar su antigua y refinada arquitectura, con lujosos salones y un patio colonial precioso, ideal para degustar unos tacos o burritos en un ambiente fresco y tradicional. Un sitio que invita a volver, por una larga estadía, a las calles de la ciudad de México.

Autor y fotografía
Guido Piotrkowski

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