Viajar a Ushuaia: 5 actividades para hacer en la nieve, bosque y el Beagle
23/07/21   |   Viajes

Viajar a Ushuaia: 5 actividades para hacer en la nieve, bosque y el Beagle

Para el invierno, este destino ofrece travesias en 4x4, caminatas con raquetas, esquí en el Cerro Castor y navegación por el canal

Guido Piotrkowski Redacción
Guido Piotrkowski

Viajar a Ushuaia nos permite contar con un amplio abanico de actividades para realizar durante todo el año. Ahora, durante el invierno, reinan los deportes de nieve, pero más allá del esquí de fondo o el alpino y el snowboard, se puede caminar con raquetas o dar un paseo en trineos tirados por perros, navegar por el Canal del Beagle, recorrer los lagos y buena parte de la isla en 4×4.

La única vía de comunicación terrestre de la isla con el resto del mundo es la Ruta Nacional 3, donde a lo largo de los primeros 40 kilómetros se suceden una decena de centros invernales que ofrecen todo tipo de actividades: patinaje sobre hielo, motos de nieve, caminatas con raquetas, paseos en trineos tirados por perros y excursiones nocturnas.

En los complejos Valle de Lobos y Tierra Mayor, ubicados a unos veinte kilómetros del centro de Ushuaia, hay perros de raza Siberian y Laskan Huskies, dispuestos para tirar de sus trineos en el bosque de lengas. Los perros son criados y entrenados especialmente para esta actividad que sólo se puede hacer en invierno. Los circuitos tienen unos dos kilómetros de largo, con algunos pequeños desniveles donde el trineo pega algún que otro saltito y sube la adrenalina. Hay también opción de caminar con raquetas, o andar en motos de nieve.

Por las noches, las actividades son las mismas pero la experiencia es totalmente diferente, aventurándose en el bosque los trineos y motos de nieve, para luego encarar una caminata minutos con raquetas y terminar cenando en el refugio, bajo un manto de estrellas o la luz de la luna.

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Fagnano en 4×4

A las nueve de la mañana, aún puede ser de noche en el fin del mundo. En estas latitudes, clarea cerca de las diez. Así, el primer tramo de la RN3 rumbo al Lago Fagnano em 4×4 se hace cuando aún está oscuro.

La primera parada es en el mirador del Valle del Carbajal, cuando ya está clareando, y el cielo se tiñe de un tono rosa-anaranjado, por momentos violáceo. El sol asoma, tímido, detrás de los cerros que se elevan sobre el turbal del valle, y sus picos reflejan la tonalidad del cielo en esta parte del mundo donde la cordillera de los Andes se hunde en el mar. Es por eso que los cerros son los más bajos de todo el continente, con una altura promedio de 1000 metros, y no más de 1500 metros máximo. También es aquí donde la cadena montañosa corre de oeste a este, y no de norte a sur. Ushuaia es la única ciudad del país que se encuentra del otro lado de la cordillera de los Andes.

Desde el mirador se pueden avistar tres glaciares colgantes: el Beban, el Ojo del Albino y el Alvear. Debajo de aquellos cerros que son parte de la Sierra del Alvear, sobre el valle cubierto de blanco, se extiende un turbal. La turba es una especie de musgo que crece con la descomposición orgánica en clima húmedo y frío, y se utiliza en Argentina para fabricar fertilizantes, mientras en sitios como Escocia se usa para la destilación del whisky.
Poco después se atraviesa el Paso Garibaldi, el cruce hacia otro lado de los Andes, el paso de carretera cordillerano mas austral del mundo, que trepa a 450 metros sobre el nivel del mar en su punto más alto. Acá hay un mirador desde donde se aprecian el lago Escondido y el Fagnano.

Un poco más adelante, se detiene la marcha en la cabecera norte del lago Escondido, frente a un sitio con galpones y tolvas para secar la madera. En el horizonte, la niebla se funde con el agua y el paisaje se vuelve fantasmagórico, monocromático.

Finalmente, se llega a un bosque de lengas, coihues y ñires cubiertos por líquenes que se adhieren a sus ramas. La camioneta Land Rover atraviesa a los saltos el camino embarrado, lleno de pozos y lagunas que le imprimen la dosis de adrenalina a la excursión que culmina con un almuerzo en una playita de la costa de lago Fagnano.

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Esquí en el Cerro Castor

Esquiar debe de ser una de las experiencias más liberadoras que hay. Deslizarse suavemente o a toda velocidad, balanceando el cuerpo en zigzag o tirándolo levemente hacia delante y lanzado como una flecha en línea recta cerro abajo; sentir las caricias del viento, dejarse llevar por la suave cadencia del sonido que producen los esquíes en su roce con la nieve.

Cerro Castor, además de ser el centro de esquí mas austral de mundo es el que -al menos en la Argentina- tiene la temporada más larga, que arrancó a principios de julio y va hasta octubre. Uno de los eventos más esperados es la tradicional bajada de antorchas, que se realizó el sábado 16 de julio, inaugurando formalmente la temporada invernal en el Fin del Mundo. Al atardecer, la montaña se iluminó con 60 antorchas portadas por atletas e instructores de Cerro Castor y Club Andino Ushuaia.

El centro de esquí más austral del mundo está a 25 kilómetros de Ushuaia, con su base a 195 metros sobre el nivel del mar y su cima, con una preciosa vista del Valle de Tierra Mayor, a poco más de mil metros. El cerro tiene 34 pistas para todos los niveles, 12 medios de elevación, el snowpark más grande de Sudamérica,1 circuito de ski cross, 1 área para principiantes y fuera de pista, en un predio de más de 650 hectáreas esquiables.

También hay una escuela de esquí y snowboard para adultos y niños, donde también se brindan clases de esquí de fondo, esquí adaptado y clínicas en el SnowPark. Para los más chicos hay 3 opciones: Escuelita (de 7 a 14 años), Jardín de nieve (Mini escuela de esquí para chicos de 3 a 6 años) y Guardería (para bebés a partir de los 3 meses en adelante).

Además, Castor tiene una pista de patinaje sobre hielo, un circuito de esquí de fondo que se extendió en el verano, completando un total de 18 kilómetros ida y vuelta hacia el centro invernal Harwuen. Por otro lado, el complejo tiene una amplia red de nieve artificial, garantizando así nieve hasta la base del complejo durante toda la temporada. Para finalizar el día, el esquí nocturno es una de las experiencias más exclusivas y fascinantes. Se parte de la base en máquinas pisa pistas que trepan la montaña hasta La Brecha, un punto imponente, desde donde inicia el descenso, que culmina en el restó- refugio Viejo Castor.

La gastronomía destaca en su variedad y calidad, ya que el complejo cuenta con 8 puntos gastronómicos, 4 ubicados en la base y 4 en distintas alturas del cerro, además de 2 refugios de montaña. El más emblemático es el restaurante Morada del Águila, que esta temporada estrena un nuevo deck con fogoneros. Al famoso y consagrado cordero fueguino asado a la cruz, se suman cazuelas, sushi de centolla y pastelería.

Si bien se puede acceder fácilmente desde la ciudad, en Cerro Castor también hay un exclusivo complejo de cabañas cerca de la base, un skilodge en medio de un milenario bosque de lengas con con 15 cabañas Spa.

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Las islas, los lobos, el faro

La fantasía recurrente de quienes visitan Ushuaia es que aquí verán el Faro del Fin del Mundo, aquel que Julio Verne inmortalizó en la novela homónima. Falso. Aquel faro, que es el más antiguo de la Argentina, está en la Isla de los Estados. De todas maneras un faro existe, y es Les Éclaireurs, la postal del fin del mundo, que funciona como guía para los navegantes que entran a la bahía de Ushuaia a través del canal de Beagle. Construido en 1918 por la Armada, comenzó a operar un año más tarde. Mide 11 metros de alto y funciona a energía solar con dos flashes blancos, que destellan cada cinco segundos.

Caminando por la rambla de la ciudad se ve un buque semihundido, abandonado, que lleva añares en el mismo lugar. En el puerto hay contenedores y buques de carga. Más allá, en un extremo de la bahía, se ve una buena cantidad de veleros. Y a la altura del centro descansan los catamaranes que salen a recorrer el canal en excursiones de medio día y día entero, que navegan por las islas donde habitan lobos marinos y cormoranes, que dan la vuelta al faro y vuelven. Por aquí anidan también pingüinos de Magallanes y también de la especie papúa, revolotean en petrel, la gaviota cocinera, el pato vapor y el cauquén.

Un paseo alternativo, y más extenso, es el que surca el canal hasta llegar a la Estancia Harberton. Estas tierras son propiedad de los descendientes de Thomas Bridges, el primer misionero en llegar hasta aquí, un hombre que aprendió el idioma yámana y dejó un diccionario de aquella lengua. La estancia fue entregada a Bridges por el ex presidente Julio A. Roca, quien le otorgó al misionero veinte mil hectáreas en “cualquier lugar del territorio nacional”. Y adivinen que lugar eligió. Sí, eligió Ushuaia, el fin del mundo.

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Autor y fotografía
Guido Piotrkowski

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