Alojarse en el hotel Adlon Kempinski nos permite vivir parte de la historia de Alemania de una forma íntima y personal.
El edificio está ubicado en un punto estratégico no sólo geográfico, sino también temporal ya que que alberga parte del timelime de momentos trascendentales de Berlín.
Está localizado frente a la Puerta de Brandeburgo, en el centro de la ciudad, lindero al gran parque Tiergarten, de la Isla de los Museos, del Parlamento alemán y del monumento al Holocausto. Y está rodeado por las embajadas de Estados Unidos, Francia, Rusia y el Reino Unido.
El edificio original fue construido a inicios del siglo XX a pedido de Lorenz Adlon, y fue inaugurado en 1907.
Fue el primer hotel de Alemania en contar con calefacción y agua en todas sus habitaciones, lo que lo convirtió en un favorito de la alta sociedad y la realeza, que también lo eligió para ser un espacio de eventos.
Durante la Segunda Guerra Mundial fue prácticamente destruido, hasta que en 1995 comenzó su reconstrucción total que culminó en 1997, manteniendo el diseño original.
Por el hotel, han pasado celebridades de la talla de Charles Chaplin, Michael Jackson, la Reina de Inglaterra y el presidente de Estados Unidos, Barack Obama.
E incluso, fue escenario de innumerables películas, incluyendo «Unknown» (Desconocido), con Liam Neeson.
Si su emplazamientos nos quita la respiración, ingresar al gran hall principal logra otro impacto sensorial, reuniendo varias áreas que incluyen el sector de checkin, un lobby bar y la sala de estar.
La decoración combina elementos clásicos con modernos, en una sinfonía visual.
En el ingreso al edificio, también podremos encontrar un pequeño sector de comprar, desde objetos de arte hasta indumentaria.
El hotel está dividido en tres edificios que se complementan, totalizando 385 habitaciones distribuidas en 15 categorías diferentes, con diferentes visuales: la calle principal, el jardín interno que sobresale por su magia y la propia puerta de Brandeburgo.
Los cuartos son realmente amplios, sin importar la categoría y algunos con comodidades especiales como guardarropas.
Cada habitación posee una máquina Nespresso con café complementario, escritorio con distintas opciones de conectividad y un completo minibar.
Los baños no son ajenos a la elegancia y revelan una especial dedicación por cuidar cada detalle.
Las obras de arte pueden encontrarse por toda la propiedad, junto a sobresalientes lámparas que cuelgan desde lo alto, aumentando la experiencia visual de los huéspedes.
Entre las amenidades podemos mencionar su Day Spa (que está abierto no sólo para huéspedes), su Fitness Center con equipamiento TechnoGym, su piscina, distintos restaurantes temáticos y 17 salones de eventos.
En ocasiones, algunos hoteles de lujo suelen pecar de un trato algo distante para sus visitantes. No es este el caso, en donde la amabilidad es otro de sus destacados.
Adlon Kempinski lleva el concepto del servicio al máximo nivel, poniéndose un escalón más arriba en los estándares de los establecimientos cinco estrellas. Para visitarlo, para alojarse, para conocerlo, para vivirlo.