Tesoros arqueológicos de Argentina: desde Catamarca a Jujuy
09/05/21   |   Viajes

Tesoros arqueológicos de Argentina: desde Catamarca a Jujuy

Desde las ruinas del Shincal en Catamarca, hasta el Pucará de Tilcara en Jujuy y las ruinas de Quilmes en Tucumán. Imágenes

Guido Piotrkowski Redacción
Guido Piotrkowski

Desde las ruinas del Shincal en Catamarca, hasta el Pucará de Tilcara en Jujuy y las ruinas de Quilmes en Tucumán, en CONOCEDORES.com® repasamos algunos de los mejores sitios arqueológicos de Argentina. Un viaje en el tiempo por los antiguos senderos del imperio del sol en el norte argentino.

El Inca llegó desde Perú dispuesto a conquistar los pueblos del sur. Y el español atravesó el Océano Atlántico con el mismo propósito. Ambos imperios coincidieron en su sed de conquista y en la lucha por el oro en el noroeste argentino. Los incas no permanecieron aquí más de cien años, y cuando llegaron los españoles tuvieron que retroceder y volver a Cusco, la cuna de su imperio. En ese corto lapso de tiempo se cree que pudieron haber construido el Shincal, en Catamarca, y sometieron a varios pueblos de la región, como los diaguitas-calchaquíes, entre quienes se encontraban los Quilmes, que tenían una de las ciudades más pobladas del país; o los Tilcaras, quienes ya habían construido el Pucará (fortaleza en quechua ) en la propia Tilcara.

Estos tres sitios arqueológicos formaron parte del antiguo Qapak Ñam o Camino del Inca, el trazado de senderos de piedra que los hijos del sol construyeron desde el Cusco hasta el norte argentino y que formaban pare del Tawantinsuyo, las cuatro regiones del imperio.

Se cree que estos pueblos comerciaban entre si, ya que aún hoy, y en las inmediaciones de las ruinas del Shincal sobre todo, se encuentran cerámicas y vasijas por doquier, vestigios que demuestran ese intercambio que pudo haber existido entre amaichas, colalaos, tombones, quilmes, y otras etnias que luego formaron parte de la nación calchaquí.

Los incas querían que estos pueblos libres formen parte de su imperio, y así fue que los dominaron y sometieron por un corto período, de unos setenta años aproximadamente, y llegaron a imponerle el quechua –su idioma-, en lugares donde se hablaban las lenguas nativas como el cacán o el diaguita.

Fue una conquista cultural y estratégica, que en pocos años dejó sus huellas, las mismas que ahora podemos recorrer en una vuelta por el NOA, de Jujuy a Catamarca y Tucumán. Pasen, caminen y vean.

Las ruinas de Quilmes

Esta antigua ciudadela, situada en el corazón de los Valles Calchaquíes, a 1900 metros de altura, en las inmediaciones de Amaicha del Valle, Tucumán, perteneció a la cultura homónima. Las ruinas fueron descubiertas por el arqueólogo Juan Bautista Ambrosetti en 1897, y se estima que fueron construidas en el año 800 d.c. Los Quilmes eran un pueblo muy bien organizado social, política y económicamente. Se estima que, en el siglo XVII, durante su apogeo, llegaron a vivir aquí unos tres mil habitantes sólo en el área urbana, y otros diez mil en los alrededores. Por esta densidad de población, que se repetía en algunos otros asentamientos de los valles Calchaquíes, las Ruinas de Quilmes pueden ser consideradas como una las primeras ciudades prehispánicas de la Argentina.

En 1977, con vistas al mundial de 1978, el ex gobernador de facto Antonio Buzzi se apuró en su reconstrucción con fines turísticos y sin preocupación alguna para hacer estudios de relevancia previos. Hoy en día, solo una pequeña parte del total de lo que habría sido esta ciudadela, se puede visitar de la mano de los guías nativos que desde hace unos años acompañan a los visitantes en el recorrido.

Los guías locales son amables y conocen muy bien la historia, aunque muchos de ellos crecieron sin saber a ciencia cierta que eran descendientes de este pueblo, y en eso están hoy, tratando de recuperar sus raíces.

En la parte más baja se encuentran las casas familiares, construidas con pircas o paredes de piedra, como la mayoría de las construcciones precolombinas. Estas viviendas son pequeñas y se estima que las habitaba una sola familia. Como la sociedad estaba estructurada en forma piramidal, el jefe siempre vivía en lo más alto, mientras que los chamanes, encargados del mundo espiritual, habitaban en las afueras.

La historia cuenta que los Quilmes eran un pueblo muy aguerrido y guerrero, y libraron varias batallas contra los españoles, pero no pudieron soportar el sitio en el que les cortaron el acceso al agua en 1667, y así fueron vencidos, desterrados y obligados a marchar a pie hasta la ribera de Buenos Aires .De los dos mil que salieron, solo habrían sobrevivido al duro trayecto unos cuatrocientos, el resto murió en el camino. Aquellos sobrevivientes fueron llevados a la reducción de la Exaltación de la Santa Cruz, tierras desconocidas y hostiles para ellos, y no conocían las plantas medicinales de la zona.

El Shincal

Las ruinas de El Shincal, de supuesto origen incaico, se erigen a cuatro kilómetros del centro de Londres, la segunda ciudad más antigua del país, muy cerca de Belén, en la provincia Catamarca.

La antigua ciudadela fue erigida en medio de una espesa vegetación conocida como Shinqui, cerca del río Quimivil, de ahí su nombre: El Shincal de Quimivil.
Se habría construido alrededor de 1470 y habitado hasta 1536. Existen vestigios preincaicos que indican que el Shincal pudo haber sido un asentamiento paziocas -una de las etnias diaguitas- y algunos investigadores se inclinan por la teoría de que fue, efectivamente, una ciudadela diaguita. Allí, aún se encuentran rastros de la Cultura Belén. Algunos de estos elementos están exhibidos en el centro de interpretación que se encuentra en la entrada del complejo.

El Shincal era una especie de nudo central en el dibujo del camino del inca, entre Tucumán, y las zonas del centro y norte de Chile a través del paso de San Francisco.

Su trazado urbano coincide con el modelo originado en el Cusco: una plaza principal, numerosas habitaciones comunes y dos pirámides enfrentadas, que son las plataformas ceremoniales. Hay que subir lentamente por sus grandes escalones para no quedarse sin aire, pero el esfuerzo bien vale la pena. Desde allí se puede comprender y apreciar un poco más la antigua ciudadela de piedra en la que se destaca el Ushnu ubicado en la plaza central. Este es una construcción típica incaica que utilizaban como centro ceremonial. Desde arriba también se ven las Kallankas, unos recintos rectangulares de pirca que habrían sido viviendas comunales y hasta fábricas textiles. Se cree que El Shincal pudo haber sido un importante centro administrativo del imperio Inca, donde se hacía el control del caravaneo.

En la plaza central fue descuartizado el líder de las primeras rebeliones y alzamientos de la nación calchaquí, el legendario y bravío cacique Juan Chelemín.

El Pucará (foto principal)

La Quebrada de Humahuaca, en Jujuy, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, es uno de los rincones más ricos del país en cuanto a culturas originarias. Si bien no es un sitio en el que se encuentren muchas ruinas, salvo algunos corrales de llamas desparramados, en la ciudad-pueblo de Tilcara, ubicado a 2500 metros de altura, se encuentra el Pucará, una fortaleza que se distingue entre un sinfín de cardones en lo alto de un cerro. Las ruinas pueden distinguirse claramente desde la ruta 9, antes de cruzar el puente para entrar al pueblo.

Este conjunto arquitectónico, de unos 900 años de antigüedad, fue construido por los Tilcaras, pertenecientes a la cultura Omaguaca. Al igual que las de Quilmes, fueron descubiertas por Juan Bautista Ambrosetti en 1908. Pero fue su discípulo Salvador Debenedetti quien limpió el lugar en 1911 y comenzó una reconstrucción que, a su vez, retomaría en 1948 el discípulo de Debenedetti, el arqueólogo Eduardo Casanova, para finalizarla recién 1966.

El Pucará está situado en lo alto de un lugar estratégico: a un lado el río Grande y al otro los grandes y escarpados cerros, una buena ubicación para defenderse de posibles invasores. Desde esa altura podían controlarse los campos de cultivo circundantes y las viviendas de los campesinos en los terrenos bajos. Pero el Pucará no era solo una fortaleza, este tipo de construcción también tenía fines sociales y religiosos.

Las ruinas albergaban viviendas, corrales y santuarios. El recorrido actual está dividido en tres sectores: la entrada, la iglesia y el alto. En la entrada estaban ubicadas las viviendas, construidas como en todas las ruinas con pircas. El sector conocido como la iglesia es en realidad el santuario, el lugar destinado a los ritos y ofrendas al sol y la luna. Es conocido así porque los pobladores habrían indicado a los primeros investigadores que allí se ubicaba la “Iglesia de los Indios”.

La parte del alto, donde se encuentra el monumento en forma de pirámide, era otro sector destinado a viviendas familiares. Esta pirámide es un homenaje los arqueólogos Juan Ambrosetti, Salvador Debenedetti y Eric Boman,-un explorador sueco que fue el primero en mencionarlas en 1903-. Fue construida por el arquitecto Martín Noel en 1935, y hay que aclarar, sin embargo, que este tipo de pirámide no tiene nada que ver con la arquitectura original de aquí ni de ningún otro sitio de la región. Desde allí arriba se entiende porque los constructores eligieron este punto para su fortaleza, la vista es majestuosa y se puede ver gran parte de la quebrada.

En el centro de Tilcara está el Museo Arqueológico Dr. Eduardo Casanova que tiene salas permanentes y temporarias que dan cuenta de los avances en las investigaciones. El museo resulta un complemento ideal para entender un poco más, no solo de las ruinas, sino de la cultura andina en general.

Pircas, santuarios, pirámides y fortalezas, ruinas de un pasado al que vale la pena volver.

Autor y fotografía
Guido Piotrkowski

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