Viaje al interior de Turquía a través de los cinco sentidos
19/01/22   |   Viajes

Viaje al interior de Turquía a través de los cinco sentidos

No es casualidad que todas las civilizaciones hayan querido conquistar este territorio ubicado a medio camino entre Europa y Asia

Juan Chiummiento Redacción
Juan Chiummiento

Por tener una de las superficies más grandes del mundo occidental y una historia que se remonta a los tiempos de las cavernas, resumir un viaje por Turquía puede convertirse en un desafío de cumplimiento imposible. Por ello, abordaremos el interior del país europeo desde una perspectiva sensorial: cinco características en sintonía con cada uno de los sentidos humanos.

Tacto, olfato, oído, gusto y vista. Lo que sigue será una selección caprichosa, una primera puerta por donde entrar a un territorio codiciado por todas las civilizaciones, por actuar de nexo directo entre Europa y Asia.

A pesar de los acontecimientos políticos recientes que han esmerilado la imagen internacional del país, sigue siendo uno de los destinos más interesantes, cualquiera sea el tipo de viaje que se emprenda.

La historia al alcance de la mano

Una de las fotos más características en los folletos de promoción turística de Turquía es aquella donde decenas de globos de colores sobrevuelan un área que parece imitar la superficie lunar. Se trata de la Capadocia (foto de portada), una región que debe su particular configuración a erupciones volcánicas ocurridas hace más de 10 millones de años, las cuales con el paso del tiempo generaron un paisaje con valles y formaciones rocosas de la más variada índole.

Aún hoy es posible percibir las consecuencias de ese fenómeno natural, ya que basta acercar la mano y rascar un poco sobre cualquier construcción para constatar la debilidad de la toba calcárea, la tierra sobre la que está asentada la zona. Esa misma características fue la que permitió al ser humano erigir sus propias construcciones con relativa facilidad, allá por el período neolítico.

La industria del turismo ha sacado el máximo provecho a la Capadocia, por lo que las excursiones y recorridos pueden ser tantos como se desee. Desde dormir en un hotel cueva hasta recorrer los valles a camello, las posibilidades son casi infinitas. Una de las más elegidas es el paseo en globo, que dura una hora y cuesta entre 70 y 200 dólares (según la exclusividad del tour contratado).

De todas formas, no es necesario contratar una agencia para salir a conocer la zona, pues cada una de las ciudades de la región está conectada por transportes públicos. Además, todos los valles pueden ser cambiados en tiempos que nunca superan las 3 o 4 horas.

Cualquiera sea la opción escogida, el asombro acompañará en cada paso.

Un aroma que se convirtió en ciudad

Si el recorrido por Capadocia ayuda a entender parte de la historia universal del hombre, la visita a Safranbolu es una invitación directa para acercarse al pasado turco.

Ubicada a 145 kilómetros de Ankara (la actual capital del país europeo), la ciudad es considerada un museo a cielo abierto gracias a la gran cantidad de mansiones de estilo otomano que se conservan en su casco histórico.

Viaje al interior de Turquía a través de los cinco sentidos

La ciudad y sus alrededores son conocidos por haber cultivado antiguamente azafrán, el cual se huele en cada rincón de sus laberínticas calles. Abundan los comercios ofreciendo la preciada especia, y es aquí donde pueden encontrarse los mejores dulces con azafrán del país.

Mientras el olfato se entretiene con el singular aroma, el paseo por el casco antiguo derivará indefectiblemente en alguno de los edificios históricos del lugar: el caravanserai (que si bien data de los tiempos de la Ruta de la Seda sigue utilizándose como alojamiento para viajeros), el baño público (donde se puede disfrutar un momento de relax por unos 20 dólares) y la mezquita.

Más allá de esos inmuebles, la principal atracción está en las mencionadas mansiones, que con sus fachadas blancas y aberturas de madera son una marca indeleble de los casi cinco siglos en los que Turquía estuvo bajo el dominio de los sultanes.

Sonidos desconocidos

El Imperio Otomano se mantuvo en el poder hasta 1923, cuando nació la actual República de la mano de su primer presidente, Mustafa Kemal Atatürk, quien introdujo numerosos cambios orientados a separar el Estado de la religión. Uno de los más radicales fue promover la creación de un lenguaje propio, en contraposición al uso del árabe (ligado al Islam) que predominaba hasta entonces. La medida se hizo notar rápidamente en las calles, puesto que incluso los llamados a oración de las mezquitas comenzaron a realizarse en turco.

Hoy, casi 100 años después de las grandes reformas secularizadoras de Turquía, la historia es bien distinta: el actual líder Recep Tayyip Erdoğan propone “islamizar” la sociedad, con iniciativas que incluyen la restricción de las bebidas alcohólicas y la normalización del velo en las cámaras de Gobierno. Si bien estas medidas no son fácilmente percibibles por el extranjero -y por lo tanto, el turista no verá grandes diferencias entre la Turquía de hoy con la de hace una década-, hay una frente a la que no se pueden hacer oídos sordos: las mezquitas han vuelto a utilizar el árabe en sus altoparlantes, los cuales se encienden cinco veces al día para recordarle a los fieles que es la hora de rezar.

El llamado a oración es sin dudas uno de esos elementos que le recuerdan a uno que se encuentra muy lejos de su casa. Resulta muy difícil imaginar, por ejemplo, una iglesia en Santa Fe emitiendo un mensaje a altos decibeles a las 5 de la mañana. Al principio resulta un tanto extraño (además de completamente inentendible), pero luego pasa a incorporarse al sonido cotidiano de cada ciudad.

Directo al paladar

Lo que también queda como marca registrada de cada ciudad son los enormes trozos de carne (de vaca o pollo) que en Argentina se conoce como “shawarma”, aunque por estas latitudes se los llama “doner” o “kebab”. Podría afirmarse que no hay localidad turca que no cuente con al menos un puesto que sirva esta comida, que se convertirá en amor a primer bocado para cualquier extranjero.

Su costo oscila entre los 1,5 y 5 dólares (según el tipo de carne) y se sirve en pan de sándwich o «árabe» (este último, si bien más caro, viene con más relleno). En su interior se suele agregar lechuga, tomate, cebolla y pepinos (en algunos casos hasta papas fritas).

Comida de los reyes persas en la antigüedad, su expansión por el mundo occidental se debe al ingenio de un ciudadano turco, quien en la década de 1970 la ideó como fast food barato para los obreros de un barrio de Berlín, en Alemania.

Gracias a la muy buena relación precio/calidad que ofrece este plato, se transforma en la opción predilecta para saciar el apetito al mediodía, en medio de un paseo por una ciudad o antes de un chapuzón en el mar.

Una delicia para la vista

A propósito de las playas, Turquía tiene una larga línea costera que se extiende por más de 580 kilómetros, desde Esmirna (en el oeste) hasta Alanya (en el sur).

Viaje al interior de Turquía a través de los cinco sentidos

¿Por dónde empezar?, sería la pregunta obligada. Y la respuesta una sola: la denominada “Costa Turquesa”, una región que hace honor a su nombre debido al color que toman las aguas del Mar Mediterráneo, lo que representa un verdadero regocijo para los ojos. Si bien muchas veces se ponen algunos rótulos altisonantes para vender los destinos turísticos, vale decir que este caso es la excepción.

Frecuentada mayormente por turistas europeos y desconocida por el público latino, esta franja de Turquía es la más fotogénica de la costa. Desde la particular Kaputas (a la que se accede directamente desde la ruta) hasta la inagotable Patara (con 18 kilómetros de extensión), cada playa de la “Costa Turquesa” merece al menos unas horas de atención.

Si el tiempo apremia y obliga a elegir un solo lugar, la recomendación es pasar unos días en Kaş, una pequeña ciudad ubicada a 500 kilómetros de Ankara.

De día, sus tranquilas playas de aguas azules ofrecen todo el relax que cualquier viajero busca. De noche, cada uno de los bares y restaurantes ubicados en el casco céntrico es una autentica obra de arte. El sitio cuenta con buena infraestructura hotelera, con al menos una decena de alojamientos con vista al mar.

Otra alternativa sería hacer base en la localidad de Fethiye, la más grande de la “Costa Turquesa”. Desde allí se pueden contratar excursiones para recorrer en barco las distintas islas y bahías de la zona a un precio muy razonable (10 dólares por un tour de 8 horas, por ejemplo), o también visitar Ölüdeniz, la que algunos consideran la mejor playa de la región.

Para mayor información sobre destinos de Turquía, puede visitarse el apartado de este país dentro de Conocedores (clic aquí). También puede visitarse el sitio web oficial de Turismo (clic aquí).

Autor y fotografía
Juan Chiummiento

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