Cartagena de Indias: el destino imperdible de Colombia
14/10/20   |   Viajes

Cartagena de Indias: el destino imperdible de Colombia

Atesora un retazo grande de la historia colonial. Viejos caserones, pintorescas calles y playas de arena blanca y aguas turquesas

Guido Piotrkowski Redacción
Guido Piotrkowski

Cartagena de Indias atesora un retazo grande de la historia colonial de América Latina. Esta perla de Colombia invita a perderse en sus pintorescas callecitas, alojarse en sus viejos caserones reciclados en hoteles boutique y disfrutar de sus playas de arenas blancas y aguas turquesas.

Fundada por Pedro de Heredia en 1533, Cartagena de Indias se constituyó en un enclave estratégico en el continente. Puerta de entrada a un inmenso y rico territorio, representaba uno de los puertos más importantes para la flota española. Aquí desembarcaban los esclavos negros traídos desde África, un aporte cultural que determinó por siempre a su pueblo, su música y sus tradiciones.

Hasta aquí llegaban también viajeros y mercaderes de todas las regiones de la actual Colombia para comprar en la “Feria de los Galeones”.

Asimismo, fue el primer mercado de productos españoles en Sudamérica, todas estas circunstancias que la constituyeron en uno de los sitios más importantes del Caribe colonial, favoreciendo a la prosperidad de este lugar, reflejada en su bellísima arquitectura de época, y protegida por una gran fortaleza con el fin de resguardarla de piratas y corsarios que la asediaban permanentemente en busca del algún tesoro perdido.

MURALLAS ADENTRO

La mejor forma de recorrer Cartagena es a pie. No importa si uno se pierde por ahí, quizás hasta resulta una buena idea dejarse sorprender por la cantidad de casas históricas, monumentos, palacios reales, museos y fuertes que llevaron a la Unesco a declararla Patrimonio de la Humanidad en 1984, y a Gabriel García Márquez a elegirla como sitio para su morada y fuente de inspiración para ambientar algunos de sus mejores relatos, como El Amor en los Tiempos de Cólera. Poco importa desorientarse, siempre habrá algún cartagenero amable que indicará al forastero perdido como llegar al sitio buscado.

Las calles tienen nombres llamativos que remiten a hechos históricos. Así, se transita de la Calle de la Amargura a la Calle de las Damas, del Callejón de los Estribos a la Calle de la Soledad, de la Calle de la Inquisición a la Calle de las Carretas. Entre las plazas, se puede andar desde la Plaza de la Paz, donde está la Torre del Reloj -símbolo de la ciudad- a la Plaza de Armas, situada entre las Plazas de la Aduana y la Plaza de San Pedro Claver; de la Plaza de los Coches, que fuera el sitio de venta de esclavos, a la Plaza Bolívar, con un gran monumento del Libertador.

En el centro histórico conviven dos estilos arquitectónicos: las casas coloniales originales y las que se construyeron o reformaron luego de la independencia, de estilo “republicano”, donde prevalece el uso del concreto. Este detalle se puede ver claramente en los balcones, donde la madera fue reemplazada por el hormigón. Cartagena es Patrimonio de la Humanidad y no se permite construir ni tocar una sola fachada sin permiso. La ciudad pasó por un largo y paulatino proceso de restauración, y hoy luce espléndida. Si se quiere restaurar algo, hay que hacerlo tal como figura en los libros de historia.

Entre las iglesias del casco histórico de destacan San Pedro Claver, La Catedral Metropolitana y el Convento de Santo Domingo. No hay que pasar por alto el Teatro Heredia, el Museo de las fortificaciones, y el Museo Naval del Caribe.

Un paseo muy divertido es el que se hace a bordo de las “chivas”, los típicos ómnibus coloridos en los que se recorre la ciudad con una banda que toca en vivo y canilla libre de ron. Y por supuesto hay que caminar por la extensa muralla, con sus once kilómetros entre los que se cuentan veintiún baluartes y once fuertes. Desde ahí se puede ver como el sol se sumerge en las aguas del caribe. Al anochecer, el plan romántico consiste en montarse en un carruaje antiguo, y así apreciar la magia de esta ciudad iluminada. Y para terminar el día, hay que irse de rumba, como dicen aquí, por algunos de los tantos bares que pueblan la vieja ciudad.

GETSEMANÍ

Getsemaní era el lugar dónde vivían los artesanos, los raizales, aquellos que ganaron la independencia. Su población estaba compuesta de los nacidos y criados aquí. Mientras que murallas adentro, en las casonas, vivían los españoles.

En Plaza Trinidad, el centro de este viejo barrio, ubicado justo fuera de las murallas, es donde se dio el primer grito de Libertad. Este arrabal es clave en la independencia de esta preciosa ciudad, a quien el libertador Simón Bolívar bautizara “La Heroica”, luego de que sus habitantes resistieran un intenso sitio en 1815, comandado por el militar Pablo Morillo, conocido con el mote de “el Pacificador”, a quien el rey había enviado a reconquistar las ciudades de Nueva Granada (que comprendían la actual Colombia, Panamá, Venezuela, y Ecuador) que se habían independizado, entre ellas, Cartagena.

Si bien Getsemaní pertenece al centro histórico, muchos creen que el casco antiguo termina en la famosa Torre del Reloj. Pero cruzando la Avenida del Mercado, al otro lado del Parque Centenario, se encuentra uno con este barrio encantador. Es que hay un pedazo de la fortaleza que hoy en día no existe, se le quitaron más de treinta kilómetros de muralla.

Si bien Getsemaní está más descuidado que murallas adentro, se puede ver al mismo tiempo la escencia de los pobladores del Caribe. Así, hay que dejarse llevar y perderse en las callecitas donde los vecinos charlan en el umbral de sus coloridos hogares, mientras los niños patean una pelota de fútbol, batean una de béisbol o juegan a las carreras de caballos con un palo de escoba.

BOUTIQUE

Boca Grande es la zona de los grandes hoteles frente al mar. Sin embargo aquel viajero que desee sumergirse en el romanticismo cartagenero debería optar por alojarse en el centro histórico, que cuenta con una gran variedad de alojamientos. Muchos de estos son refinados hospedajes, exquisitos hoteles boutique restaurados, que conservan el espíritu original de la casa, cada cual con su estilo.

Hay caserones que fueron llevados al estado original, otros que conservan su fachada pero tienen cuartos de modernos; los hay con enormes habitaciones y los típicos patios coloniales, con terrazas y piletas, con spa donde se ofrecen masajes exóticos, y hasta algunos que resaltan estilos étnicos.

LA PLAYA

Luego de tanto trajinar, llega el merecido descanso en la playa. Una visita al Archipiélago Islas del Rosario, que abarca 23 islas de playas de arena blanca y aguas cristalinas, es entonces la mejor opción para coronar una estadía cartagenera. Sus lagunas costeras, manglares, bosques secos, praderas de pastos marinos y arrecifes de coral se destacan por su diversidad, tamaño y color. Estas islas son el escenario perfecto para practicar deportes acuáticos como el buceo, el wind surf o kayak, o simplemente para relajarse en el Parque Nacional Natural Rosario Coral.

Para llegar hasta Barú, uno de los tantas islas, hay que tomar una lancha en el muelle de los Pegasos, frente a la muralla, y navegar por la Bahía de las Ánimas. La excursión sale temprano en la mañana y vuelve antes del atardecer, ya que no se permite navegar después del ocaso.

El trayecto clásico que realizan las lanchas pasa por los manglares, característicos de la región. Una vez en Barú, se puede optar por descender directamente o continuar con la excursión que recorre las islas con tiempo para el snorkel, y luego se detiene en un acuario. Esta isla de arenas blancas y aguas tibias y cristalinas es un sitio especial para practicar buceo, ya que en esta región se encuentra uno de los ecosistemas más ricos del caribe.

En Barú vive una amable comunidad de pescadores y artesanos nativos. Algunos otros han encontrado en el turismo una buena alternativa de vida. A lo largo de la playa hay varios chiringuitos que ofrecen variedad de pescados y también vendedores playeros que pasan vendiendo ostras frescas. Algunos locales también cuentan con hospedajes simples y familiares y alquilan hamacas para pasar la noche bajo las estrellas. Una buena alterantiva para coronar el recorrido por esta auténtica perla caribeña.

Autor y fotografía
Guido Piotrkowski

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