Argentina vs. Australia: suspensión de los vuelos de julio y cuarentenas en hoteles
Aún cuando Argentina intenta copiar a Australia, un año más tarde, hace todo mal para los viajeros y para la salud de los ciudadanos
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Aún cuando Argentina intenta copiar a Australia, un año más tarde, hace todo mal para los viajeros y para la salud de los ciudadanos
Australia es posiblemente uno de los mejores países del mundo para vivir (tiene cuatro ciudades en el Top Ten según The Economist) y uno de los que mejor logró manejar la situación de pandemia.
Con datos a este sábado 26 de junio, desde que se desató la crisis del COVID-19, en Australia hubo un total de 30.457 infectados (el 0,15% de la población) y 910 personas fallecidas y en el último mes no se registró ningún deceso.
Si comparamos los mismos datos con Argentina, hubo 4.374.587 de infectados (un 10% de la población) con 91.979 personas fallecidas (100 veces los números de Australia) y en el último mes se registraron 16.391 muertos.
Esta comparativa de Argentina vs. Australia, nos permite analizar la suspensión de los vuelos de julio y las cuarentenas en hoteles, y cómo aún intentando copiar a Australia, el gobierno de Alberto Fernández sigue haciendo todo mal.
Viajemos en el tiempo al 20 de marzo de 2020 cuando prácticamente todos los países en simultáneo, algunos más, algunos menos, activaron los protocolos contra el virus que surgió en China entre noviembre y diciembre de 2019.
Ese día Australia cerró sus fronteras decisión que mantiene al día de hoy y que seguirá siendo así, al menos, hasta mediados de 2022. Fue una determinación fuerte, pero que dejó en claro que las autoridades no querían que la población se expusiera al virus. Había y hay un plan detrás. No hay marchas y contramarchas. (El país sólo hizo una excepción con Nueva Zelanda, considerado país libre de COVID-19 y con una política muy similar a la tomada por Australia en el manejo de la pandemia).
Quien debía / debe regresar a Australia (aún persiste la medida), tiene que realizar una cuarentena en un hotel por 14 días, con los costos a cargo del ciudadano. Esa política, la mantiene desde el 20 de marzo de 2020. Una vez más, no hubo idas y vueltas.
También limitó el ingreso a unos 2.500 australianos por día, medida que fue sumamente criticada, porque eran miles y miles los ciudadanos del «down under» que querían regresar a sus hogares y que demoró sus retornos.
Pero no hubo agujeros negros. Gracias a que el país no tiene fronteras terrestres, la única forma de llegar es por avión o por barco. Por lo que todas las personas que ingresaban eran controladas y puestas en cuarentena. Hasta los jugadores de tenis del Abierto de Melbourne. (No como en Argentina, que los jugadores de determinados torneos de fútbol estaban exentos de cuarentenas en otra decisión populistamente insólita. Porque los jugadores no contagian, ¿o sí?).
Argentina, optó por otra decisión. Puso a toda su población en cuarentena el 20 de marzo de 2020, cerró sus fronteras, pero… (un gran pero), las mantuvo abiertas para el transporte de carga. No hubo protocolos, ni testeos, ni cuarentenas, ni un plan. El primer gran agujero negro, fueron los miles de camiones que siguieron (y siguen) ingresando día a día, desde Brasil, Paraguay, Chile y Uruguay. Es decir, mientras desde este 28 de junio de 2021 sólo podrán ingresar 600 personas por día con un cuádruple protocolo (test PCR antes del vuelo, test de antígenos en Ezeiza, cuarentena de siete días y otro test PCR al séptimo día), los camioneros seguirán ingresando al país sin ningún tipo de restricción, como lo vienen haciendo desde el 20 de marzo de 2020. Como si las variantes no ingresaran a través de los camiones. Parece, para el gobierno argentino, que ellos tienen inmunidad (como el propio presidente y sus funcionarios que viajaron al exterior y no cumplieron ningún protocolo).
El segundo agujero negro, fue la falta de un sistema de testeos masivos y lockdowns puntuales e inmediatos en zonas donde se detectaban brotes. Eso se hizo en Australia.
El tercero fue la falta de controles de las personas que provenían del exterior. No hubo cuarentenas chequeadas, dejando todo librado a la buena voluntad de los ciudadanos. Parte de la responsabilidad del Estado es controlar, en cualquier lugar del mundo.
Ahora bien, en este marco, un año y tres meses más tarde de política realizada por Australia, Argentina ahora decide que sólo podrán ingresar 600 personas por día y que deberán hacer la cuarentena de siete días en un hotel, mientras por otro lado, Aerolíneas Argentinas, su compañía de bandera, promociona con newsletters el regreso de los vuelos a Nueva York. ¿Inentendible no?
¿Qué pasa con todos los vuelos vendidos por Aerolíneas Argentinas -específicamente- con sus frecuencias diarias a Miami reforzadas durante junio? ¿Qué pasa con los otros pasajeros que volaron durante junio en otras compañías por distintos destinos y que fueron autorizados?
Seguramente algún lector dirá que en la Declaración Jurada que se firma al salir del país, se aclara que el gobierno tiene la libertad de cerrar las fronteras en cualquier momento y que lo que pase a continuación es responsabilidad del ciudadano. Es el típico «disclaimer» que uno firma en una empresa que se quiere deslindar de cualquier responsabilidad. Pero en el caso de un estado, este subterfugio legal va contra los principios de «género», «igualdad», «sororidad», y tantas palabras que usan en sus actos y discursos, pero que en la práctica están alejados de esa «igualdad».
Porque para el estado argentino, los que pueden viajar no son iguales a los que no pueden hacerlo. Son casi delincuentes a los que hay que perseguir. O quizás aún peor que delincuentes, porque los que comenten ilícitos, están libres por las calles de Argentina. Todos lo sabemos.
Vacunas que no llegaron, segundas dosis demoradas, segundas dosis que serán cambiadas por otras vacunas, «es una gripecita», el vacunatorio VIP, las marchas y contramarchas, el decir durante casi tres meses que no era necesario usar barbijos, la falta de ayuda real a los comerciantes, profesionales independientes y los sectores más afectados.
Ni nosotros ni ningún otro medio, o agencia de viajes o aerolínea, sabe realmente qué pasará en con los vuelos de julio. Sólo sabemos que será un caos. Miles de personas varadas en el exterior, durante días o semanas, porque no habrá vuelos para que regresen. Eso es lo que se sabe y será una realidad.
¿Qué pasa con los vuelos de julio? El equipo de científicos del gobierno seguirá diciendo que el eje del mal son los turistas (la mayoría que vuelven vacunados), que está todo controlado y que para fin de año, tendremos inmunidad de rebaño. La misma promesa hecha el año pasado.
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