La Chapada Diamantina: destino imperdible en un viaje a Bahía en Brasil
La Chapada Diamantina, en el corazón de Bahía, es un vergel de cascadas y piedras preciosas ocultas en medio de la jungla tropical
Una producción original de Conocedores
Sin dudas, Brasil esconde tesoros. En una tierra privilegiada con más de cuatro mil kilómetros de playas de ensueño, se revela un interior que también existe. Y vaya si sorprende. La Chapada Diamantina, ubicada en el corazón del estado de Bahía, a 420 kilómetros de Salvador, es un paraíso salvaje, repleto de cascadas y cavernas, grutas fluviales y senderos por descubrir, ocultos en la jungla tropical de esta planicie o chapada que invita a la aventura y la contemplación.
Lençois es la ciudad más importante de la región -al menos en cuanto a infraestructura turística-, y punto de partida para recorrer las 152 mil hectáreas que abarca el Parque Nacional creado en 1985, y una buena parte también del resto de la Chapada: nada menos que 38 mil kilómetros cuadrados, una superficie mayor a la de Bélgica. Esta enorme región, que oscila entre los 200 y los 2 mil metros sobre el nivel del mar, ostenta los puntos más altos del estado bahiano: el Pico do Barbado y el Pico das Almas, con 2080 y 1958 metros de altura, respectivamente.
El nombre de la pintoresca ciudad se remite a comienzos del Siglo XIX, época del auge de la minería, cuando los buscadores de piedras preciosas llegaban de todas partes de Brasil y asentaban aquí sus tiendas de campaña armadas con lonas. En aquella época nadie pensaba en construir casas por aquí, los garimpeiros –mineros- no llegaban para establecerse y pasaban gran parte del tiempo en las sierras. Desde lo alto se podía ver el pueblo entero cubierto de aquellos lienzos que parecían sábanas, cuya traducción al portugués es, justamente, lençois.
Hacia fines del siglo XIX, comenzaron a llegar miembros de la oligarquía y familias adineradas, atraídas por la fiebre de los diamantes y la escasez del oro en otras regiones. Aquellos nuevos habitantes fueron quienes levantaron los caserones que le dieron la impronta colonial que hoy permanece en pie, y que le valió la nominación de Patrimonio Histórico Nacional en 1973.
Sin embargo, y a pesar del reconocimiento oficial al bello casco histórico, el turismo demoró varios años en llegar, y recién hacia fines de la década del noventa comenzó a desarrollarse, poco después de que se prohibiera definitivamente la minería, en 1994. Hoy en día, es uno de los sitios más visitados por los amantes del ecoturismo en Brasil.
Luego de la prohibición de la minería -que muchos practicaban artesanalmente-, la mayoría de la población encontró en el turismo una opción de vida. Hoy en día, muchos de los jóvenes nativos ofrecen sus servicios al pasar por las callejuelas empedradas del centro de la ciudad, donde se concentran los bares y restaurantes. En general son grandes conocedores del terreno, por el simple hecho de recorrerlo desde pequeños.
Sin embargo, hay una buena cantidad de agencias y guías especializados que conviene contratar a la hora de hacer alguna de las tantas excursiones en este paraíso de los caminantes. Son infinitas las trilhas –senderos- por recorrer, y los trekkings pueden durar desde una jornada liviana a siete días extenuantes. También es un sitio ideal para practicar mountain bike y actividades extremas como rappel o tirolesa.
Para descubrir estas tierras hace falta tiempo, las distancias son largas y los paseos extenuantes. Lençois es, entonces, el punto de partida ideal para pasear por esta región, cuna de unos cuantos ríos que dan vida a fantásticas cachoeiras (cascadas).
Para entrar en ritmo, se puede arrancar visitando la Cachoeira da Primavera, a unos 6 kilómetros andando. Para llegar no es necesario de un guía especializado, se puede acceder fácilmente por cuenta propia. Hay que bordear el Río Serrano, luego atravesar un sitio conocido como las Arenas Coloridas -de donde extraen tierra para las típicas botellitas de colores que se venden como souvenir-. Poco después se puede tomar un baño en la Cachoeirinha para juntar fuerzas y así continuar hasta la primavera.
Otra magnífica cascada es la Cachoeira do Sosego, a unos catorce kilómetros. Este es un paseo que lleva todo el día, y atraviesa antiguos senderos usados por los mineros. Es recomendable salir temprano, a causa del sol, y llevar una vianda. Agua para beber sobra, y es deliciosa. Hay varios puntos en el medio donde parar y tomar baños refrescantes. La primera parada es en el Ribeirao do Meio, una gran olla famosa por ser un sitio ideal para zambullirse deslizándose por la piedra. Imperdible y buena alternativa para pasar el día entero también. Para llegar hasta Sossego, queda un largo trecho sorteando y saltando piedras, pero hay sitios especialmente bellos para refrescarse y descansar.
El Trekking del Extremo Sur, el de la Cachoeira Entocada o la Cachoeira Encantada, duran siete días y son, según quienes los exploraron, paseos maravillosos.
Sin dudas, la cascada más espectacular es la Cachoeira da Fumaça (humo), que con sus 380 metros de caída libre se erige como la mayor de todo Brasil. Ubicada en el Valle de Capao, a unos setenta kilómetros de Lençois, debe su nombre al efecto que provoca el viento y eleva el agua generando un efecto similar al humo. Se puede acceder por lo alto en un día de excursión, o por abajo, en una travesía de unos siete días, en ambos casos desde Lencois.
El encantador pueblito de Capao es el lugar preferido de las comunidades hippies y esotéricas de La Chapada Diamantina, que escogieron estos parajes por considerarlos mágicos y energéticos, a causa de la cantidad de piedras y cuarzos que hay en la zona. El pueblo es la alternativa más cercana a la Fumaça, en cinco horas de caminata uno ya está allí. Capao es bien tranquilo, pero sorprende una escuela de circo que cuenta con cierto prestigio en el ámbito mundo circense brasileño, sobre todo por su rol social.
Dejando las largas travesías de lado, hay que subirse a un automóvil para ir hasta el municipio de Iraquara y descubrir sitios de ensueño como la Gruta Azul o la Gruta da Pratinha: cascadas como la del Poço do Diabo (Pozo del Diablo), donde es posible lanzarse en tirolesa al agua; y sitios como la Lapa Doce, una sorprendente caverna llena de estalactitas y rocas extrañas. Las excursiones duran la jornada entera, y permiten internarse en lo profundo de La Chapada Diamantina, pasando por pequeñas poblaciones típicas de la región.
Para concluir el día contemplando un bello atardecer, resulta ideal ir hasta el Morro do Pai Inacio, a unos 30 kilómetros, desde donde se obtiene la única vista 360 grados de la Chapada: cañadones, valles, ríos, y mucho verde.
Para subir no es necesario un gran estado físico, la cima se alcanza en unos veinte o cuarenta minutos de andar sin sobresaltos. Arriba, rodeado de hermosas orquídeas y bromelias, un guía relata histriónicamente la curiosa historia del nombre de este bellísimo cerro. “Cuenta la leyenda que Pai Inacio, un esclavo, capoeirista, andaba en romances con la hija de un poderoso hacendado. El hombre, furioso, mandó matarlo, pero él se refugió en el cerro, que conocía perfectamente. Cuando lo acorralaron, saltó al vacío”, concluye y pega el salto atrás, imitando al personaje en cuestión. Desaparece. La gente se mira entre alarmada y extrañada, y en instantes el extravagante guía reaparece por detrás, asustando a sus turistas. El abismo no era tal, y aseguran que al esclavo lo vieron huyendo por el valle, aunque nunca más se supo de él.
Fotógrafo y periodista. Cronista de viajes. Autor de "Carnavaleando", primer fotolibro de carnavales latinoamericanos
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